Quisiera escribir sobre otro amor, acerca de otro dolor, desde otro despecho, pero no puedo. Sería como escribir sobre un papel ya entintado con letras, como alumbrar el sol con un bombillo o como apagar la noche más oscura. Quisiera llorar por otro nombre, pero hasta mis lágrimas te pertenecen; el propio dolor tiene en mí tatuada tu risa como si se burlara infinitamente de mí. La ausencia de ti inunda caudalosamente cada poro de mi ser, coloniza mis sentidos y vive abrumada paseando por tus recuerdos. Anoche, dibujé un corazón, uno roto, amoratado, cosido, relleno de parches color esperanza, unido a un hilo de ilusiones desgastado por el tiempo. ¿Cómo te encuentro? Si te busco en cada sombra y en la lluvia desbordada, si te diluyes en mi mente, si te tropiezas en mi alma, ¿cómo te reconstruyo conmigo? Si ya dejé de ser yo y tú no eres más quien estuvo conmigo. Mientras hay vida hay esperanza, pero yo me morí cuando te desvestiste de mí.
En pausa, como un otoño sin fin, donde las hojas caen pero nunca tocan el suelo. Un pastel mordido, un café frío… contigo los días son inviernos eternos y veranos sin sol, donde el tiempo pesa como una niebla densa. Prefiero la distancia de tu sombra a la presencia de tu cuerpo. Crees que mi silencio es nostalgia y mi retirada es un juego, pero no. Amo el eco lejano de tu voz, que no se entiende, que no me toca. Tu orgullo te ciega, y mientras crees que me tienes, yo nunca he estado más lejos de alguien que de ti. Tus carencias me privan de mi, tu presencia me intoxica, y lo único que quiero es librarme... sin culpa.
Si hoy la vida comenzara, sería apenas un susurro del viento, una gaviota desplegando alas sobre el horizonte, una ola que despierta besando la arena. Si nos quedaran treinta años, seríamos viajeros del viento y la espuma, navegantes de cielos abiertos, barcos de velas blancas aprendiendo a domar las tormentas, dejando que nuestra historia se pose en el murmullo de la noche. Tendría treinta años para amarte con la ternura de la brisa, para respirarte, para vivirte, para perdernos y encontrarnos, una y otra vez, en el atardecer de tu boca. Si solo faltaran 30 años... Dime, ¿alzarías vuelo conmigo?